miércoles, 11 de enero de 2012

Hector y Raquel. 2. Una visión pertubadora.

2.- Una visión perturbadora


La visión de Raquel me dejo totalmente destrozado, estuve llorando durante mucho tiempo, me imaginé lo que podía haber sido mi vida al lado de Raquel, nunca debí serle infiel, nunca debí ser tan débil, nunca debí hundirme de ese modo. Al fin y al cabo nuestra relación tampoco iba tan mal, pero Raquel era una mujer de armas tomar, una mujer como Dios Manda, y ese desliz fue la gota que colmó el vaso, me echó de casa a patadas, y yo en vez de intentar solucionar el problema primero aproveché para vivir la vida loca, para irme de putas, para emborracharme con mis “amigos”. ¿Dónde están ahora mis amigos…? Y después para hacer todo lo que no había podido hacer al estar al lado de Raquel, para “volar” sin saber que iba sin paracaídas.



Le cogí gusto a este tipo de vida, pero los problemas empezaron a aparecer, mis ventas empezaron a disminuir a la vez que sin darme cuenta me iba hundiendo en un pozo sin fondo del que hoy no ni sé, ni puedo salir.




No intenté volver con Raquel, por una parte mi orgullo y por otra la gran vida que me estaba pegando me impedían siquiera proponérmelo. Sé que Raquel sufrió mucho, sé que nuestros “amigos” le contaban mis andanzas nocturnas, y sé que a ella de dolió mucho darse cuenta que se había casa con un desconocido despreciable.



Ni siquiera me preocupé por Inés, tenia 6 años y me, me cuesta decirlo, olvidé por completo de ella, ni económicamente ni afectivamente, pensé que era pequeña y que… bueno creo que no pensé mucho…




Raquel tuvo que ocuparse de todo, al cabo de un año recibí un buro fax en la pensión en la que ya malvivía comunicándome el día y la hora donde debía acudir para firmar nuestra acta de divorcio.




No tardaron mucho en despedirme del trabajo, creo que fue un año, para entonces yo ya me emborrachaba casi a diario, ni siquiera conseguí “arreglar” los papeles del paro y poco a poco todos me dejaron de lado. Si, recuerdo que fue más o menos cuando firmamos el divorcio, la noche anterior, me la pasé en La Fabula, un puticlub más o menos decente donde me dejé una pasta, todavía manejaba algo de dinero ya que me habían paga el finiquito y esa noche la pasé entre putas, copas, tabaco y soledad.




El día siguiente mi aspecto era lamentable, prácticamente no recuerdo nada de Raquel ni siquiera me di cuenta la complicidad que ya tenía con su abogado, recuerdo que me dolía todo el cuerpo, tenía una resaca de esas memorables, no sé como conseguí llegar hasta el Juzgado, solo sé que quería salir pitando de ahí, vomitar y dormir. Al llegar a la entrada vomité, cosa que en parte me alivió pero me di cuenta de que todo el mundo me miraba incluida Raquel. Entonces lo que hice fue entrar, firmar y huir.




A partir de ahí mi caída fue en picado, imposible trabajar, no quise llamar nunca a mi padre, (mi madre murió cuando yo tenía 23) y la relación con mi padre nunca ha sido digamos… cercana. Mis “amigos” me fueron dejando uno a uno por el camino, y en parte lo entiendo, yo ya no era una persona digamos “normal” y no se lo tengo en cuenta. Me dediqué a vivir al día a hacer alguna chapuza para sacarme algo para pagarme la pensión, el tabaco, algo para comer y el vino. Me dediqué a repartir publicidad, lavar coches, fregar platos, trabajé en la obra, de ayudante de pintor, recogiendo chatarra. Siempre me pasaba lo mismo, el primer y segundo día más o menos iban bien las cosas pero enseguida la cagaba, o llegaba borracho o con resaca, o simplemente me dormía, y claro está me echaban a la calle a la primera de cambio, cada vez me iba hundiendo mas y mas, y de ahí a que me echaran también de la pensión solo fue cuestión de tiempo. De ahí a la calle. Si cuento el tiempo que pasó entre ser un padre de familia respetable con su trabajo, su mujer, su hija y sus vacaciones en Alicante y ser un vagabundo el resultado es demoledor. Solo 2 años.




Sé que soy culpable de todo lo que me está pasando y ver hoy a Raquel me destrozó, lloré y lloré, la barba se me lleno de mocos y ni siquiera me di cuenta, la gente seguía pasando a mi lado como si no me viera, y finalmente salió el engominado de la tienda pidiéndome muy amablemente que me marchara de ahí. Como pude arrastre mis pies y mis “cosas” y me fui sin rumbo.

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