martes, 17 de abril de 2012

El cine


El cine es maravilloso.

Pasar un par de horas viendo una buena película, sigue siendo un experiencia única.

Recuerdo perfectamente cuando de pequeño iba con Romain y Caro, al cine Cervantes a ver la sesión doble que hacían los sábados y domingos, recuerdo fijarme en la parada del autobús del cole, justo en la iglesia de San Antonio, el cartel, en el pueblo solo había un cine en invierno y en ese cartel solían poner la peli o las pelis que “echaban”. Recuerdo que antes de empezar la película todos los niños solíamos patalear el suelo haciendo un ruido tremendo, (no sé porque leches hacíamos eso…) y recuerdo que cuando todos los niños se llevaban su bocadillo nosotros nos llevábamos unas pizzas, (lo bueno de que tu padre tenga una pizzería…)

Las películas de Bruce Lee, las de Parchís, Tiburón, las de vaqueros, E.T., las de risa etc… todas me gustaban, ya el hecho de ir al cine era una fiesta, y hoy en día sigue siéndolo. Ni los videojuegos, ni el cine en casa, ni la bolera ni otras formas de pasárselos bien han igualado para mí la magia del cine.

Por supuesto que las cosas han cambiado, ¿Dónde están esas salas enormes donde se veían los grandes estrenos? Recuerdo perfectamente cuando fui a Valencia a ver Supermán, solo la sala ya era grandiosa.

En verano íbamos al cine Oasis, que solo funcionaba con la llegada del buen tiempo, era descubierto, yo sentía una envidia suprema por los vecinos que podían ver desde sus balcones cada noche una peli. Aunque ahora que lo pienso, cada noche seria la misma… Ver el cine y las estrellas a la vez era una sensación muy rara, alguna noche que nos llovió también fue raro… de todos modos yo siempre preferí una sala cerrada.

Las butacas que eran anchas estaban casi todas agujereadas por quemaduras de cigarrillos, si claro, muchos de nosotros ya lo hemos olvidado, pero en los cines se fumaba, y un señor mayor te iba iluminando con su linterna hasta tu asiento, (el que a él le parecía). El acomodador.

Cuando yo tenía 14 años trabajaba en la pizzería, y mi padre me pagaba 500 ptas. por noche, un pastón que nos gastábamos Caro y yo, en subir a las colchonetas, un helado e ir AL CINE. La verdad es que era una gran recompensa después de una noche de trabajo.

Cuando conocía Ana el cine fue casi cada semana una de nuestras salidas preferidas, en eso también coincidimos y así fue hasta que nacieron los niños.

Durante todos estos años el cine ha sido una espinita que hemos tenido clavada, no hemos podido ir más que a ver las pelis de Pixar, Disney y demases pero ahora que los niños son ya “mayores” podemos disfrutar de una peli en familia para todos los públicos o separarnos y que ellos vayan a ver una y nosotros otra. Un lujo.

El cine es caro, es cierto, pero, ¿Qué me decís de las palomitas y los refrescos? Por Dios, eso sí que es caro… además yo opino que ir al cine ya es por sí solo un buen regalo que nos podemos hacer y no necesitamos molestar a los demás con el dichoso ruido de los sorbos y las palomitas.

La lástima es que como todo hoy en día el cine también se esta estandarizado y aquí no llegan las pelis que solíamos ver en el cine Verdi cuando vivíamos en BCN, a veces se les escapa alguna, pero cuando se dan cuenta la quitan rápido.

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