Me desperté en la habitación de un hospital, entubado, a mi lado, una señora gorda que se abalanzó sobre mi cuando vio que me desperté, me abrazaba y me daba besos a la vez que gritaba, ¡Cariño!. Yo no sabía quién era… Ella me preguntaba que como me encontraba, que si me dolía algo, que como había sido el accidente y que me quería mucho.
La gorda llamó a la enfermera que vino enseguida. Esta avisó a otras dos que vinieron acompañadas de dos médicos.
En un momento me vi rodeado de personas desconocidas, la gorda lloraba, y yo no sabía por qué.
Los médicos empezaron a hacerme preguntas estúpidas, que yo iba contestando poco a poco a la vez que me iba cansando de esta situación…
Resultó ser que la señora gorda era mi mujer, su nombre era Sara, y que yo había tenido un accidente de circulación 3 meses atrás, ella no se había separado ni un momento de mi lado, y pensé dos cosas: Que me debía querer mucho, y que debía estar más gorda antes, ya que no había perdido peso durante este tiempo, ni con el disgusto...
Mi nombre era Alejandro, pero todo el mundo me llamaba Alex, tenía 38 años, vivía en Barcelona y era piloto de avión.
Imaginaros la sensación, de no saber quién eres, de no tener pasado, de ni siquiera saber que perona eres ni que personalidad tienes, es una sensación de vacío total que no os recomiendo a ninguno de vosotros, amigos lectores…
Toda esa tarde Sara se quedo a mi lado, explicándome cosas de mi… de lo buena persona que era, de lo buen padre que era, de lo mucho que nos queríamos, y de lo feliz que estaba ella por que volviera a su lado. Yo, si os digo la verdad, la escuchaba y no entendía nada. Creo que estaba en estado de shock.
Sara estuvo llamando a todo el mundo, a mis padres, a mis amigos, a mis hijas incluso llamó al trabajo para que mis compañeros supieran que había vuelto.
Menudo día, que me esperaba, una procesión de desconocidos, abrazándome, ya lo estaba viendo, un valle de lágrimas que no iba conmigo…
Los primeros en aparecer fueron mis padres, Mi madre, una señora muy elegante y guapa que yo no conocía, venia llorando como una Magdalena, traía unos clínex destrozados y esta señora sí que había perdido peso, estaba en los huesos... En cuanto me vio se me abalanzó literalmente, me mancho la cara con sus mocos y sus lágrimas, ¡que asco! Pensé, pero no dije nada. Mi padre se quedó mas apartado, también lloraba, pero como para dentro, por lo visto era más reservado y menos folclórico. También me abrazó pero no me manchó.
Avisaron también a mis hijas que salieron del colegio para venir a visitarme, cuando llegaron me sorprendí al ver lo guapas que eran, tenia 2, Ana y Rosa, tenían 6 y 4, y eran preciosas, sobre todo Ana, se las oyó llegar corriendo por el pasillo, las trajo su tía que no pudo con su ritmo, estaban muy nerviosas y felices por volverme a ver, Ana se me abrazó al lado derecho de la cama, y Rosa al izquierdo. Eran realmente preciosas.
Me alegró mucho conocer a mis hijas, parecía ser que yo era un tipo con suerte…
Como previsto fueron desfilando todos mis familiares y amigos, mi hermano Leo que me explicó lo mucho que me quería, que nunca me lo había dicho y que durante mi ausencia se había dado cuenta de la suerte que tenia por tener un hermano como yo.
Después llegaron, Luis, Nacho, Ángela y Paco, por lo visto mis mejores amigos desde la Universidad, me explicaron lo buena persona que yo era, y poco a poco me iba haciendo yo mi composición mental.
Sara, que ya no me parecía tan gorda, (aunque lo era), iba y venía, tenía que arreglar unos papeles, ir a casa y ocuparse de muchas cosas.
Desfilaron más personas, una señora que tenia halitosis y que era especialmente desagradable, que resultó ser mi suegra, Uf, menos mal! Pensé… , prefiero que sea mi suegra que mi madre.
Otra pareja de amigos que habían venido desde Sabadell, también buenos amigos, y encantados de volverme a ver, me explicaron, lo mucho que les quería a ellos, y lo bien que siempre me había portado.
Más personas, muchas de ellas no las recuerdo, estaba mareado, entre tanta información y a la vez me sentí bien de conocerme. Yo era una buena persona y tenía mucha suerte.
Al cabo de tres días, la cosas se calmaron ya no venían tantas personas y yo poco a poco me iba encontrando mejor.
Llamaron a la puerta, Sara abrió, eran Rocio y Jose que vinieron a visitarme, por lo visto eran compañeros de trabajo, Jose era también piloto, y Rocio, azafata, Sara nos comentó que aprovecharía para escaparse e ir a casa ya que tenía muchas cosas por hacer. Sara se acercó a mí, y me dio un beso, yo no sentí nada.
En cuanto Sara cerró la puerta, Rocio me abrazó y empezó a besarme, en la boca, en el cuello, en las orejas, me metía la lengua por todos los orificios que encontraba, no entendí nada, José atrancó la puerta con una silla. ¿Qué pasa?, les dije. Me preguntaron si no recordaba nada, de nada, que si no sabía quiénes eran ellos. ¡NO!, les contesté.
Resultó ser que Rocio, (que estaba muy buena, por cierto) era mi amante y que Jose era mi socio, en mis otros asuntos.
Nos dedicábamos a traficar con droga, principalmente cocaína, de Colombia a Barcelona, alguna vez habíamos pasado heroína y alguna otra vez, también habíamos pasado armas, pero nuestro fuerte era la coca, también nos dábamos nuestros buenos festivales, sobre todo cuando estábamos en Cali, o en Shanghái o en Rio.
Rocio me metió mano bajo la bata, me dijo que estaba muy caliente, yo estaba alucinando, José le dijo que parara, pero ella siguió, a mí, se me puso dura, tras 3 meses en coma, mi polla también se despertó. Jose se quedo en el pasillo, montando guardia en la puerta para que nadie entrara mientras Rocio hacía de las suyas…
Rocio se abrió la blusa, y se levantó la falda, estaba realmente buena, yo completamente empalmado me quedé atónito, le quería decir que parara, pero para entonces ya me la estaba chupando. ¡A tomar por culo, pensé!.
Me quedé tumbado, en la cama, y ella se “empaló” ahí mismo, sin florituras y sin precalentamiento ni nada. Fue un polvo salvaje, a lo bestia, Rocio no me besó, por lo visto lo nuestro era meramente sexual, y vicioso.
Nos corrimos al unísono, realmente fue un buen polvo, Rocio se fue al baño, y con unas toallitas húmedas que llevaba en bolso, me limpió.
Entró Jose y me preguntó por la mercancía que llevaba en el coche el día del accidente, ¿Qué mercancía? Le contesté…
YO llevaba 3.2kg de coca en el doble fondo del BMW, cuando caí por ese terraplén. El coche fue al desguace así que imagino que ahí estaría… Jose me explicó que esa droga se la teníamos que entregar a Fredy, un capo de la mafia colombiana en España, y que estaba muy nervioso, teníamos que entregarle la droga o 300.000 € antes del domingo.
Rocio, Jose y yo nos dedicábamos a la buena vida, o a la mala vida según como se mire, teníamos contactos con lo peorcito de cada ciudad a la que visitábamos, yo tenía una cuenta en Suiza donde blanqueaba la pasta que iba amasando, siempre que estábamos fuera de Barcelona, nos dedicamos a los cambios de pareja, a las orgias, a meternos la mejor coca en el cuerpo. No tenemos escrúpulos, traficábamos con drogas y con armas, y Jose me comentó que incluso nos habíamos propuesto traficar con mujeres.
Yo era, simplemente un ser despreciable. Llevaba una doble vida en toda regla. En ese momento llego Sara, Jose y Rocio se despidieron y se marcharon.
Sara me cogió de la mano, me miro a los ojos, suspiró y me dijo:” Gracias a Dios que has vuelto, soy la mujer más feliz de la tierra, te amo con todas mis fuerzas y no quiero perderte. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.”
La miré y lloré.
FIN.
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