9. Una visión perturbadora 2 bis
En la mochila había metido unos plátanos, un trozo de jamón, otro de queso, unas galletas, un cuchillo y unas mandarinas. Salí pitando y volví sobre mis pasos al metro, entré una vez más sin problemas, esta vez nadie se dio cuenta de que había entrado.
Fui hacia el centro, sin saber muy bien qué es lo que iba a hacer, sin planes, sin destino, baje en la estación de Sol, siempre pensé que el centro era una zona más segura que un barrio cualquiera, había más putas y por lo tanto más policías, y también había muchos cajeros automáticos donde poder dormir y resguardarse del frio.
Salí de la estación y crucé dos calles hasta un pequeño parque, ya me había bajado la borrachera y mi cuerpo me pedía algo para comer, eran las 09h30 de la mañana. Me senté en un banco y saqué el queso y un plátano, empecé a comer y sin saber porqué levanté la mirada y vi a Raquel acercándose hacia mí.
No me lo podía creer, me quedé inmóvil mirándola cruzar la calle, estaba PRECIOSA, ¡Dios, que bien le han sentado los años sin mí! Pensé. No podía dejar de mirarla, no entendía nada, el día anterior me había dado una moneda sin reconocerme y ahora venia directa hacia mí.
No me había dado cuenta de que mi aspecto había cambiado por completo.
Se plantó delante de mí y me llamó por mi nombre. En ese momento, me quise morir. La garganta se me secó al instante, no pude articular palabra, ella se quedo dos segundos más ahí, tenía los ojos llorosos, se disculpó, se dio media vuelta y se fue corriendo.
Me quedé ahí en estado de shock durante un buen rato. Me di cuenta de que me había reconocido y entonces lo entendí todo. Que desgraciado era.
No podía quedarme en Madrid, no podía vivir en la misma ciudad que Raquel, la había visto 2 veces en dos días y el dolor que me había causado era enorme, una vez más huiría, era mi sino, era mi camino, soy un cobarde.
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